En este post vamos a ver una entrevista realizada por Laura Navarrete González a Brígida Martín, una onubense que nos cuenta su experiencia escolar. Es digno de leer como esta serrana vivía y sentía la escuela.
El colegio estaba a la entrada del pueblo, y como éramos pobres y llevábamos alpargatas de tela blanca, y si llovía no podíamos salir a la escuela por mucho que nos doliera, porque éramos niños que nos gustaba el colegio. Una vez me regalaron unas botas de material que tenían clavos, y yo fui la más feliz, los niños estaban abajo y las niñas arriba, y siempre recordare la tabla de multiplicar porque los niños se escuchaban cantándolas desde abajo. El patio estaba dividido con una tela metálica. . En mi clase había 2 cuadros, uno de Jose Antonio Primo de Rivera y otro de Franco, cantaban el cara al sol con la mano levantada. Mi maestra siempre decía una frase que se me ha quedado marcada, que era: “ La necesidad tiene cara de cochino, y si tuviéramos que decirle a las personas lo que nos molesta a la cara, a la puerta de la calle no podríamos salir”. El catecismo era todos los viernes, y para la primera comunión también se hizo lo que pudo, pero también se recuerda bonito, mi madre estaba trabajando, y yo llevaba un velo muy bonito en el pelo, pero mi hermana Emilia no pudo ponermelo, y tuvimos que ir corriendo a buscar a mi prima para que me lo pusiera. Aquel día recorrí el pueblo entero para lucirme y junte 50 céntimos y 2 caramelos.
Todavía me acuerdo de las reglas de ortografía. El colegio eran dos plantas con dos clases cada una, abajo los niños y arriba las niñas, de edades mezcladas. En el patio de los niños tenían un aparato para medir la cantidad de agua que caía.
Nosotros empezamos a los 6 años, y estuve hasta los 12 años, porque mi madre tuvo a mi hermana Amelia, y me tuve que quedar a cuidarla. Teníamos 2 maestras, una era doña Sacramento, y otra era doña Dolores. Doña Sacramento, era muy querida por todas las niñas, era muy guapa, muy simpática, enseñaba mucho y no pegaba, la otra era fea, muy esaboría, no la queríamos ningún niño, porque algunas veces cambiaban o todos a una clase o todos a otra, entonces las niñas no queríamos nunca a doña Dolores, porque además pegaba, y no nos enseñaba como la otra.
Había dos maestros también muy buenos, don José, que era muy buen maestro, y Manuel Durán. Mi madre no tenía para comprar el pizarrín, y yo y mis hermanos estudiábamos en la enciclopedia del niño que teníamos al lado. Yo siempre me acuerdo que la maestra me peleaba porque yo copiaba siempre los ejemplos del libro, porque lo estudiaba todo de memoria. Doña Sacramento me dio a mí solo dos tortas, porque había unos pupitres, y las pequeñas se sentaban en el suelo y las mayores se sentaban en las bancas, y había un agujero, donde se ponía el tintero, entonces las bancas se manchaban muchísimo de tinta, y doña sacramento nos tenía prohibido que lleváramos cuchillas al colegio, pero todos hemos sido traviesos, un día me leve una cuchilla, me puse a rascar la banca, se sentó una compañera, y yo le dije , échate para allá y le corte en el brazo, y la maestra me dio una torta, que me dolió mas del susto que del dolor.
Luego, empecé a faltar una vez que nació mi hermana a mis 9 años. Mi hermana mayor dejó el colegio para cuidarla. En la escuela, salíamos al recreo a jugar, íbamos en navidad a por romero para montar el portal, pero recuerdo una cosa muy bonita, en todo el curso que estuvimos allí, nunca hicimos una redacción, entonces doña Sacramento dijo: “esta tarde haremos una redacción”, y explicó por encima de que iría la redacción, y esa tarde yo no podía ir, ya me había dicho mi madre que ese sería el último día que iría a clase, asique me adelanté y escribí la redacción, y se la entregue cuando me iba para casa, y le dio muchísimo coraje que yo me adelante antes de ella dar la explicación, entonces me dio una torta que me dio mucho sentimiento, porque decía que yo me había adelantado, y después me enteré que fue clase por clase enseñando mi redacción. El día 23 de abril nos regalaban un libro, se llamaba la niña instruida, con muchos remedios caseros y ese tipo de cosas útiles para las niñas, y había una historia de una niña con una hucha, y la madre la cogía, y un grifo que goteaba gotita a gotita, y la madre le dice a la niña que gotita a gotita se llena la hucha de agua, y céntimo a céntimo se llenaba de dinero. Me dio muchísima pena quitarme del colegio.